La causa de las ojeras es multifactorial, lo que dificulta muchas veces el éxito terapéutico. Intervienen causas raciales, hereditarias, el envejecimiento, características estructurales (como órbitas profundas o prominencia del puente nasal, que provocan áreas de sombras), enfermedades constitucionales, retención excesiva de líquidos y trastornos hormonales; incluso procesos inflamatorios recidivantes o de larga duración como eccemas o dermatitis atópica, pueden generar oscurecimientos secundarios a la misma inflamación. Además, en muchos casos, las ojeras sufren fluctuaciones a causa de falta de descanso, momentos del día o modificaciones de peso.
La piel de esta zona es sumamente delgada, la cual aumenta considerablemente con la edad; se distiende fácilmente y además se encuentra a menudo muy expuesta al sol, condiciones que favorecen a la aparición de hiperpigmentaciones. Con el paso de los años, producto del envejecimiento cronológico, se pierde además el tono de los músculos periorbitarios, generando la protrusión de las almohadillas de grasa periocular, formándose las denominadas “bolsas”, así como también producto de la resorción ósea, comienza a observarse el hundimiento del surco palpebral malar y lagrimal.